lunes, 19 de octubre de 2009

DÉJAME DESCANSAR

Josué Tellez Arzate

Salía de una jornada de trabajo inútil, el intento por mejorar mi situación económica siempre ha sido en vano, un trabajo sin sentido, un sueldo con tantas carencias y un jefe mediocre. ¿Qué más podía pedir?, si todo me era dado.

La lluvia caía con fuerza sobre el asfalto gris, parecía que las gotas disfrutaban aquél impacto sádico, era como si con cada choque buscaran destruir el suelo por el que caminaba. Mi cabeza (como siempre), estaba hecha un lio; saqué del bolsillo de mi saco un cigarro mentolado y el humo comenzó a formar siluetas en ese cuadro surrealista que llamamos vida.

Al llegar al metro mi cabello escurría, el cigarrillo permanecía inmóvil en mi mano derecha, le di un último suspiro y reclamó con un fuego tenue una cristiana sepultura (lo mandé al basurero), entré con precaución por que el piso estaba muy resbaloso, los vagones pasaban uno a uno con rapidez, el aire se movía en la estación llevando consigo el olor a podredumbre humana, me causaba nauseas, las puertas se abrían con lentitud, una multitud salía y una multitud entraba, se cerraron las puertas y pensé en bajar de inmediato, esos comunistas me asechaban sin remedio, no podía moverme, sentía su pegajoso sudor escurriendo por mi cuerpo, era muy desagradable. Llegué a la estación correspondiente y descendí con apuro.

Abordé el dinosaurio de la nueva urbe y mientras miraba por los cristales me percaté de las manadas que corrían furiosas perseguidas por un depredador, sonreí con ironía, -no hemos cambiado en nada- grité, la gente me miraba de reojo como no queriendo meterse en mis problemas, el eterno retorno dejaba de ser teoría y se convertía en una realidad, los animales de antes que corrían con apuro se diferenciaban de los de ahora tan solo por los escapes y el humo que salía de ellos.

Me acerqué a la puerta más cercana a la salida, bajé y caminé unos pasos hasta encontrarme con la entrada de los apartamentos en los que vivía, subí, llegué al número que me era familiar e introduje la llave de la combinación adecuada, al entrar mí estomago gruñó con rabia, solo pensaba en la comida de Sofía; me desaté del cuello la serpiente de nudo inglés, desabotoné mi camisa, busqué un gancho en el clóset y me desprendí de las pieles del nuevo cavernícola. El reflejo del espejo del tocador mostraba mi desnudez, ese cuerpo atlético y varonil se había perdido, solo se reflejaba esa masa gelatinosa, mí cuerpo estaba consumido por los años y con nostalgia me toqué desconsolado…

Me puse lo más cómodo que encontré y fui directo al comedor, el olor inundaba la casa, era un aroma fuerte pero exquisito, me recosté sobre el sofá y encendí el televisor, Sofía se apareció por detrás del sofá, me acarició el rostro pasando de una mejilla a la otra, depositó en la mesa de centro un plato lleno de comida y un vaso con agua fresca, sin decir una palabra regresó con el mismo movimiento, acarició mi rostro y besó mi frente de forma tierna, tomé su mano entre mis manos, coloqué mis labios sobre su piel, a la altura de su muñeca, se estremeció, camino por atrás del sofá y se zafó con agilidad de la prisión de mis manos, se escuchó el ruido de la puerta de la habitación, a lo lejos el colchón rechinó, una leve tos que se perdió en el olvido.

Había perdido su calidez…

Recuerdo que desde que éramos jóvenes, me había envuelto en esa seda invisible que atrapa el corazón y lo exprime, lo hace sangrar hasta dejarlo seco, sí, eso era lo que nos pasaba, el corazón se nos había secado.
Miré el televisor con indiferencia, cambiaba los canales sin ver nada en sí, volteé a ver mi plato y pellizqué los alimentos con el tenedor, tenía un poco de asco y el hambre se había evaporado, apagué el televisor y fui directo a la cama.

Al entrar al cuarto, me dio la espalda y fingió dormir, su acción me enfureció, no quería hablar conmigo, pero no pude ignorar su imagen, sus caderas se reflejaban en ese mágico espejismo que se transparentaba por las sábanas, al instante aparecieron imágenes en mi mente, aquellas caderas sin sábanas, sin ropa, solamente la piel y su figura, sus glúteos carnosos y firmes que parecían los de una adolescente, mi cuerpo sin duda alguna había reaccionado con las imágenes tan sugestivas y lo único que reinaba en mi cabeza eran aquellas pasiones de juventud, era el deseo que me bloqueaba todos los sentidos; me desnudé y metí mi cuerpo frío debajo de las sábanas, toqué su cadera con efusión mientras besaba su cuello, ella no reaccionaba, bajé su ropa lo necesario para poder adueñarme de ella, coloqué mi aguijón entre sus glúteos como aquellas abejas que se disponen a atacar, al sentir la calidez de aquel instrumento instintivamente se puso alerta y cerró con rapidez las puertas de su intimidad, sentí la presión y al ver mi intento frustrado la embestí con furia hasta abrirme camino a lo mas profundo de su ser, con dolores intensos y desgarradores, la seguía embistiendo con pasión, Sofía me rasguñaba los muslos mientras mojaba mi torre de marfil; entre sollozos volteo su cabeza hacía mi dirección y dijo con temor:

-Por favor has lo que quieras conmigo, ya no me importa, utiliza mi cuerpo hasta saciarte, pero no me golpees, ¡por favor no me golpees!-

Su súplica solo me excitó mas, tenía el poder y quería que ella lo supiera, me seguí moviendo frenéticamente hasta alcanzar mi objetivo, me desbordé en ríos de felicidad.

Me aparté de ella empujándola delicadamente, tomé mi miembro entre mis manos y tomé dirección al baño, abrí el grifo del agua, enjuagué la sangre y el semen que me escurría, sequé mi virilidad y con satisfacción salí a la alcoba, me metí en la cama, besé su cuello con desdén, ella seguía en la posición fetal que la había dejado, tuve que levantarle su ropa, por que ella estaba en shock, no se movía, la abrasé y subí mi pierna en su cadera, su cuerpo comenzó a brincar tenuemente por el llanto, sus suspiros se perdieron en la noche sepulcral.

Al amanecer me levanté con desgano, tomé un baño tibio para despabilarme, me puse el traje gris, (aquel que tanto me gustaba), caminé por el pasillo y agarré una botella de vodka que estaba arriba de la mitad, di un trago largo, la cerré y regresé a la habitación, Sofía estaba dormida, no tenía apetito así que la dejé dormir, besé su cabeza tiernamente y me acerqué a inhalar el aroma de su cabello, la miré arrepentido y mis ojos se cristalizaron; se hacía tarde y tenía que llegar al trabajo.

Salí de casa y tomé una de esas naves particulares que son manipulados por aquellos robots de piel que no responden a ninguna emoción, le dije el destino y movió la cabeza en forma positiva. En el trayecto divagaba en mis pensamientos, ¿Cuál había sido la razón del cambio tan repentino?, tal vez la última pelea lo arruinó por completo, yo estaba en plena disposición de amarla para toda la vida, pero creo que eso quedó en el pasado, debería cambiar su actitud, siento que toda la culpa es de ella, sus celos me confundían demasiado al grado de tenerle miedo, siempre llegó a la casa con mal humor y esperaba ver su cara sonriente para alegrarme el día, sin embargo su alegría se terminó al igual que la mía, siempre aparecía un pretexto para fastidiarme, el dinero, las mujeres, los amigos, como vestía, mi físico, en fin, siempre existían pretextos para pelear, pero ya estoy harto, varias veces dejé que me golpeara, que me humillara, pero esto ya no es útil para mi, -creo que llegó el momento de separarme- hablé en voz alta y el conductor volteó a verme con cansancio en la mirada, le sonreí y seguí ensimismado en mis pensamientos.

Al sentarme en la silla, frente a mi computadora me cubrí la cara con las manos y suspiré con fatiga, recargué mi espalda en el respaldo, buscaba una salida, a mi mente vino la imagen de un café, me despabilé, fui a la cafetera y regresé a mi lugar, los tragos eran lentos, no quería acabarlo para no tener que pararme otra vez.

Una pregunta asaltó mi cabeza, ¿Cómo había empezado la última discusión?, regresé en mi memoria hasta ese día:

“Abrí la puerta, me quité la corbata y el saco, entré al cuarto buscando un gancho donde colgar mi ropa, me puse lo mas cómodo que encontré, lavé mis manos, fui al comedor y aprovechando que Sofía no se encontraba en casa, quise sorprenderla con una cena linda y exquisita. Saqué del refrigerador unas chuletas, las freí a termino medio, después las metí en un molde, abrí una lata de piñas, las bañé con el almíbar y coloque unas rebanadas entre cada chuleta, como toque exótico les puse unas cuantas cerezas (uno de los frutos preferidos de ella), las metí al horno y esperé hasta que cambiaran de color sin dejar que se secaran, saqueé el platillo y lo rocié con Brandi, apagué el horno, coloqué de nuevo el platillo y esperé a que se evaporara con el calor que conservaba. En el refrigerador había un poco de puré de papa, lo calenté a fuego lento con un poco de leche. Esperé a que llegara para servirlo y presentarlo en el plato.

Entró muy despacio, me miró y siguió su camino hacia el cuarto, regresó con su pijama puesta y dijo:

-¡Que lindo, hiciste la cena!, ¡Gracias, pero salí con unos amigos, me invitaron a comer y pues no tengo apetito!, ¡Pero, talvez mañana lo pruebe!-

Se dirigió a la recámara…

Esa noche, me senté a comer con la tristeza y cuando bajaba la guardia, me estrujaba el cuello al grado de asfixiarme, tenía un nudo, cada que pasaba un bocado sentía como me desgarraban la garganta, mis lagrimas contrastaban con lo dulce de la fruta dándole el sazón perfecto a mi comida.

Cuando entré al cuarto, aparentó estar dormida, me recosté, le di la espalda, me acerqué hasta la orilla de la cama para no tener que tocar su cuerpo, estaba cansado, triste y quería disfrutar de mi soledad.

Me empujó, sentí como sus dedos se clavaban en mi espalda, mientras que me pedía de la mejor forma que volteara a verla (ya que no le gustaba que le diera la espalda), no me moví, nuevamente me empujó, su puño se incrustó a la altura de mi pulmón izquierdo, saqué un suspiro por el impacto, me puse boca arriba y la miré de reojo, ella, en tono burlón dijo:

-¿Qué, ahora ya ni siquiera vamos a tener sexo?, el amor lo hemos dejado de hacer desde hace mucho, ahora quiero sexo; bien ya entiendo, te declaraste homosexual y por eso ya no me quieres tocar, jajaja, eres un maldito, la cena que preparaste es para lavar tus culpas, te vas de infiel con cualquier mujer que se te pone enfrente y piensas que con una cenita absurda me vas a contentar-

Guardé la calma y permanecí en silencio, ella estaba esperando mi respuesta pero como no oía nada se contestó diciendo:

- Bien, no contestas por que es verdad lo que te digo, te descubrí a detalle y estas asustado, por eso no hablas, ¡veme!-

Coloqué mi cuerpo en su dirección, la miré fijamente a los ojos, me dio una bofetada cerca de mi oído, mí pómulo ardía mientras que el oído zumbaba, tomó mi cabello entre una de sus manos y con la otra empujaba mi cuello, como queriendo separar mi cabeza, intentó darme otra bofetada, le tomé su mano por la muñeca, la apreté con fuerza, soltó mi cabello y quiso quitar mi mano, tomé su otra muñeca y le dije en tono sereno pero firme:

-¡No, me toques!, he intentado ser paciente contigo, pero siempre que te enojas me golpeas, ya basta de tus tonterías, no te he sido infiel nunca, por que te amo y te respeto, pero esto que me haces, se excede-

La solté empujando sus manos hacía su pecho, respiró agitadamente, comenzó a golpearme con lo que podía, tomo del suelo un zapato, lo estrelló varías veces contra mi rostro, me jalaba el cabello, me empujaba con sus piernas dando patadas.

Me levanté como pude y la abracé fuertemente para no dejar que continuara, le dije al oído en tono dulce:

- ¿Por qué me haces esto?, yo te amo, por favor cálmate, te lo suplico, respira, ve lo que me estas haciendo, amor tranquilízate, yo no te soy infiel, te amo.-


Ella seguía moviéndose para zafarse, como no lo conseguía me escupió la cara, la solté y me limpié el rostro con asco, tomó un frasco de cristal del tocador y lo lanzó a mi estomago, al contacto se destruyó en pedazos; me gritaba, ¡defiéndete!, se acercó, enterró sus uñas en mi piel, me mordió el pecho cuando intenté abrasarla de nuevo, la empujé fuertemente y calló de espaldas en la alfombra, se golpeó la cabeza, se tocó rápidamente y comenzó a frotarse enérgicamente, de nuevo gritó ¡defiéndete!, se incorporó y me soltó un puñetazo en la nariz, la sangre escurrió, intenté parar la hemorragia con mis manos pero era inútil, le dije en forma de reproche:

-¡Mis padres me enseñaron a no golpear a una mujer!-

Se burló y gritó:

-Tus padres crearon a un maricón que no es capaz de controlar a una mujer, defiéndete, verás que pronto estarás en la cárcel, intenta ponerme un dedo y lo lamentarás-

-Eres un maricón y así te vas a morir, necesito yo a un verdadero hombre, alguien que me posea con pasión, no un eyaculador precoz, no podrás ser más que un mantenido, toda tu vida lo serás y así tendrás que morir, lárgate de aquí, no te quiero en mi casa, no quiero a alguien como tú, ya no te quiero ver, me das asco, solo pensar en que alguna vez estuviste dentro de mí, me repugna, lleva contigo todas tus cosas por que aquí nunca vas a regresar-

La sangre me seguía escurriendo, al acercarme a ella intenté tocarle su brazo, ella me rasguñó de nuevo y dijo en tono burlón:

- Quisiera que me tocara un hombre no alguien como tú-

Empaqué mis cosas con calma y al momento de irme le pregunté de nuevo:

-¿Estás segura de esto?, no habrá marcha atrás, esto es para siempre-

Pidió que me sentara en la cama, quería tener sexo antes de que me fuera, me desnudé mientras nos besábamos apasionadamente, le despojé de sus prendas, ella seguía insultándome mientras la poseía, reclamaba un verdadero hombre, alguien que la hiciera sentir, que lo hiciera fuerte (como a ella le gusta), me dijo:

-Piensa que soy otra mujer, una que te guste realmente, apaga la luz e imagina que soy esa persona, quisiera verte con otra, es excitante pensar que se lo haces a alguien más, ya que no sirves para nada, por lo menos complace esa fantasía-

Me negué diciendo que no podría y los insultos empezaron otra vez.
Tomó mis genitales entre sus manos y me rasguñó, el dolor me sacó de mis casillas, me levanté y al instante estaba a mi lado, me empujó hacia la cama, me mordió mi cuerpo, empezó con mordidas suaves y excitantes y pasó a mordidas sádicas e hirientes, los cardenales gobernaban mi cuerpo, lo estaba haciendo con el afán de lastimarme, aguanté hasta que me arrancó un pequeño pedazo de mi ingle, sentí el calor de la sangre escurriendo por mi pierna, me retorcía de dolor, ella me miraba divertida, me volví contra ella, le aticé un codazo en su pierna, se agachó y le propiné un tremendo rodillazo en su mandíbula inferior, en el piso, la golpeé hasta cansarme…

Cuando desperté, los dos permanecíamos en el suelo abrazados por el frío de la mañana, la subí a la cama, estaba exhausta, le escribí una carta de disculpa y me fui a trabajar”


Una mosca me distrajo de mis pensamientos y bebí el resto de mi café. Mi trabajo se fue en cuestión de minutos y salí aprisa para llegar a casa, tenía ya aproximadamente cuatro días de haber sucedido aquella discusión, pero desde ese momento había cambiado conmigo, se había portado mas dócil, mucho mas comprensiva, casi no hablaba, cada que llegaba a casa ella se encontraba ya de regreso, se empezaba a descuidar, se veía sucia, tal vez la trastorné y no era mi intención hacer lo que hice, solo que ella se excedió, pero no justificaba mis actos de después de la pelea, la penetré a la fuerza, la lastimé y eso también me lastimaba, mmm… tendría que recompensarla.

Llegué a casa y la busqué, traía un ramo de flores, quería enseñárselo para demostrarle mi amor, estaba acostada en el cuarto, dormía profundamente, salí a colocar las flores en un recipiente y el teléfono sonó, la persona que estaba del otro lado del auricular pregunto por Sofía Vera, le comenté que estaba durmiendo y preguntó si estaba bien de salud por que no la había visto en el trabajo y solo quería saber cómo se encontraba, yo contesté que su estado estaba mejorando para encubrirla, la persona mandó saludos y pidió se comunicara a primera hora del día para saber qué pasaba, colgué, me entristeció su mentira, intenté asimilar las cosas y cuando iba hacía la habitación sonó de nuevo el teléfono, levanté el auricular y me hicieron las mismas preguntas, aunque ésta era una voz diferente, me preguntó quién contestaba y contesté en tono osco: -¡su padre!-, el ingenuo me dijo la verdad, era un tal Sergio que según su dicho, era novio de Sofía, el sabía que ella estaba casada pero que su esposo era un mediocre que no le daba lo que ella merecía, estaba muy preocupado por que no había sabido nada de ella en casi una semana, no contestaba ni sus mensajes ni el teléfono, me dijo que la amaba y que en cuanto despertara le diera su recado, por que si no sabía nada de ella iría a buscarla.

Despejé la mente un poco con un cigarro, esperé a que la ira desapareciera, entré de nuevo a la casa, llegué hasta ella y al verla dormida tan pacíficamente mi corazón tembló, mis vísceras se retorcieron por la carga de mis emociones, me arrodillé, le acaricié su cabello con dulzura y lloré amargamente…

Abrió los ojos después de varias horas y me dijo:

- No llores, no me gusta verte así, solo déjame descansar ¿de acuerdo?, por favor, ya déjame descansar-

Seguí llorando hasta quedarme dormido en el suelo, la agonía de mi situación me hizo despertar temprano y salí al trabajo.

Ya estando en mi oficina mi jefe se acercó, no entendí del todo lo que decía, solo que mi aspecto era descuidado y que mi olor era sumamente fuerte, que fuera a descansar y me tomara el día, le miré y salí sin reprochar nada, mi pena era tan grande que no podía pensar en nada concreto, me fui caminando hasta mi hogar para pensar bien en lo que quería hacer.

Al entrar al departamento un escalofrío invadió mi cuerpo, abrí el cuarto y la vi ahí tendida, esplendorosa como una reina, ni en mis sueños mas exóticos la había observado así, me pidió que me bañara por que olía muy mal, entré al cuarto de baño y esperé a que el olor se fuera por la coladera, salí derrotado de la bañera, me recosté a su lado y la abracé, comencé a llorar y le pedía a gritos que no me dejara, ella sonrió y me contestó:

-Creo que ya sabes lo que esta pasando, solo déjame ir, es lo único que te pido, solo déjame ir en paz, ya quiero descansar de estar encerrada aquí, quiero irme ya, déjame ir, quiero descansar de ti-

Me arrodille frente a ella y rogué pidiendo su cariño, pidiendo perdón, le expresé lo que sentía y que estaba dispuesto a perdonarla, pero ella solo movía su cabeza en forma negativa.

Tocaron a la puerta, no hice caso y seguí pidiendo su clemencia, pidiendo una segunda oportunidad, le amaba y le amaba con locura, no quería perderla, mis manos comenzaron a sudar, los ojos estaban hinchados de tanto llorar, mi voz se perdía, la puerta sonaba, me levanté con frenesí y me acerqué a la puerta para saber quién llamaba, miré por el ojillo y era un par de policías, coloqué mi oído cerca de la madera para escuchar qué decían, las palabras saltaban hacia dentro de mi casa:

-¿Tú crees que si lo haya hecho?-

El otro contestó con un tono asqueado:

- Pues espero que no, pero la verdad este olor no es normal-

Corrí hacía Sofía y le miré inmóvil con los ojos abiertos, perdidos en la inmensidad.

Caí de rodillas sobre el piso y el olor nauseabundo me hizo vomitar…

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