miércoles, 7 de octubre de 2009

CARTA POR UN ESPECTRO

Laura Graciela Navarro

Londres, Inglaterra
18 de octubre de 1587.

Johan Andrê:

¡Bonjour mi amor! ¿Cómo estás ? Espero que bien, ¿yo? Extrañando aquellas noches en las que vagábamos por entre las callejuelas de la ciudad, quebrantando el silencio amortecido y bailando con la luna bajo la pálida luz de las velas en los faroles; casi consumidas por la llama, que como mi fe cada noche arde en ellas.

Sabes, ellos me dicen que debería de dejar de escribir estas cartas para quien ya está perdido, para quien según ellos se ha ido para no volver; para los ángeles caídos y para las flores marchitas que yacen convirtiéndose en cenizas entre las páginas de los libros que leo.

Pero es que ellos no lo saben. Incrédulos me ponen un vestido igual de blanco que la habitación en la que me aprisionan. Pero es porque ellos no saben, ¡no saben! Son víctimas de la razón, que han condenado su alma al destierro de sus cuerpos. Es por eso que se hacen los locos y no comprenden lo que les digo, me decepcionan, me hieren y me dan esas píldoras que si me resisto a ingerir me adormecen haciendo penetrar en mi carne una aguja.

Sin embargo, lo que no saben es que me he vuelto inmune a todos sus venenos, que finjo dormir para que me dejen sola y así en la oscuridad esperar tu visita recostada bajo la voluptuosa caricia de esperanza que me trae la noche deslizándose a través de la pequeña e inalcanzable ventana situada en un extremo de la habitación.

Es por esto, que yo se que estas ahí; aguardando, orando por mí, sintiendo el frío que yo siento al despertar sin que la sombra de tu cuerpo me proteja de la luz del alba.
Y por eso, hoy que se cumple la séptima aura de que recibí esa carta en la que me anuncian que había dejado de respirar, que había dejado de ser quien soy y que mi sangre había comenzado a fluir a la inversa… Siete auras ya de permanecer en el hastío, en el silencio, en el frío; escribiendo cartas con el mismo destino: el olvido… Pues ya he comenzado a olvidar tu voz susurrando mi nombre al oído, tu calor invadiendo mi piel, tu aroma impregnado en mi cabello y los besos con sabor a tabaco y vino tinto.

Es por eso que estas letras son de despedida. Estas runas son el adiós que de tus labios jamás oí. Las pondré en el arca junto con las demás cartas y las dejaré arder en la hoguera de mi dolor, de mi pasión, con la esperanza de desvanecerme con ellas en el viento…
Por fin hoy, acabaré con todo aquello que nos aparta. Así me despido, con la promesa de que pronto estaremos juntos.

Por siempre tuya

Elizabeth Gray

PD: Jamás olvides. Memento mori.

4 comentarios:

  1. Está bueno el idilio fantasmal pero tengo un problema con la chica.

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  2. Sabes la primera vez que lo leí no me di cuenta de tus alcances, como mujer la forma de describír a los personajes te hace ser muy emotiva y es lindo, pero veraz que algun día regresara por tí...
    Un beso y sigue sacando tus trahumas.
    JOSUE

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