jueves, 15 de octubre de 2009

CONCERTO POUR MAIN GAUCHE EN RE MAJEUR

Raúl Motta

(Concierto para mano izquierda en re mayor)

"Primero mueren nuestros placeres, después,
nuestras esperanzas, y por último, nuestros temores.
Cuando éstos han muerto, la deuda es reclamada, el polvo llama al polvo
y nosotros morimos también"
Shelley

El piano sonaba lento en el crescendo de la sección central, pero el sonido era bastante límpido. Las notas del estudio numero tres de Chopin volaban como cuervos en el corazón de la noche indómita.
Mi padre tutelaba cada compás cada movimiento de manos con su mirada dura, con su rostro desencajado de mármol. Sus rasgos ocres reflejan la violenta decepción y el desencanto con mi carrera musical.
Cada noche desde mi caída practicaba hasta desfallecer bajo la luz pálida de una bujía.
El placer que sentía al tocar alguna partitura incluso la más fútil se fue mermando con el devenir de los años, pudriéndose por la cotidiana turbación de mi espíritu.
Luigi Cherubini amigo de mi padre me dio descanso hasta que se diera mi completa recuperación. La gran mayoría de la academia real pareció alegrarse con mi ausencia, se musitaba que yo era el eslabón débil de un gran linaje.
La mejora no llegaba, el dolor de cabeza se volvió más agresivo con los días. Perdí gradualmente la sensibilidad en la mano izquierda, el insomnio me dominaba, la mente me revoloteaba y los recuerdos se torcían por la fiebre.
Pase dos semanas postrado en cama, la luz crispaba mis nervios, mi lánguido cuerpo parecía estar henchido de un ominoso éter determinado a consumirme.
Ofelia me colocaba todas las mañanas cataplasmas; un vaho gris, espeso inundaba la habitación.
Por las noches con un humor arcano ponía sobre la mesa una jarra de láudano y se despedía con un tibio beso sobre mi frente.
Su piel de nenúfar y su cabello endrino eran mi único suspiro.
Gracias a sus cuidados recupere la fuerza, nueva vitalidad llego a mi cuerpo pero mi mano empeoró. Temía que si mi mano seguía en aquel adormecimiento no podría volver a tocar el piano.
Cuando mi mano se volvió tan pesada como para levantarla con un gran esfuerzo me encontraba horrorizado. Ofelia con una voz temblorosa trato de darme aliento y esperanza.
Leyendo el periódico días después me sorprendió un anuncio de ocasión en las últimas páginas:

“Gonin Von Berligen experto en mesmerismo y artes curativas del antiguo Egipto. Calle Petit Champs número… “

Una risa profunda salió de mi garganta – esas son puras patrañas, engaños para despojar a las personas de su dinero- me dije.
En un acto insoportable de ironía pocas horas más tarde el supuesto doctor se hallaba en mi casa practicándome una terapia de magnetismo con la cual la condición de mi mano debería mejorar.
Sentado en el canapé por la noche revisaba algunas partituras mientras fumaba cuando un agudísimo dolor se apoderó de mi mano, sentí que su muerte había llegado. El dolor pasó pero no quería abrir los ojos, lentamente gire la cabeza sobre mi lado izquierdo… la mano se movía salvaje como una quimera.
Recupere la sensibilidad pero la mano no respondía a mis deseos, un hálito extraño la cubría, parecía tener una conciencia propia. Un impulso me llevó hasta el piano, me senté con cautela, la mano se arrojó contra las teclas, con un talento irreconocible tocaba de una forma que yo no había escuchado en ningún hombre.
Llorando al escucharme Ofelia corrió hacia mi abrumada, postro su cabeza en mis piernas envuelta de felicidad.
Pronto regrese a la academia, mis nuevas habilidades se notaron rápido, mi fama se transformó hasta ganarme el respeto de todos los músicos en un corto tiempo. Los del grupo de Cherubini comentaron que el descanso que tomé era lo único que necesitaba para mostrarme, que quizá me había sentido un poco saturado.
Al terminar uno de los ensayos de la tarde el director de la academia se me acerco para hablarme, yo me encontraba ausente, preocupado, la mano caprichosa se volvía más incontrolable, la tenía que atar a mi pecho, guardarla bajo mi abrigo y soltarla solo algunos momentos cuando necesitara de sus prodigios.
Acepte la oferta del director de ser solista en los conciertos del viernes, este pequeño accidente me había dado todo lo que la naturaleza no pudo.
Las comparaciones y zalamerías me provocaban una voluptuosidad y un gozo que mi débil corazón apenas podía soportar.
La sala de conciertos se colmaba cada noche de viernes, el rumor había recorrido gran parte de la ciudad, los parisinos me conocían, hablaban de mi en sus tardes de café y pretensiones.
Dos noches seguidas la mano se negó a tocar, los reunidos en la sala, Luigi y el director se precipitaron al conjeturar que el carácter de artista me había vuelto veleidoso.
Me llamaron a la oficina principal después de lo que sucedió para saber que estaba pasando conmigo, necesitaban una razón para mis desplantes. Cuando Francoise (el director) me hablaba de la deshonra que le había hecho sufrir a la academia la mano se soltó de sus ataduras, lo abofeteo varias veces hasta hacerlo sangrar, sin saber cómo reaccionar salí corriendo abandonándome a un sentimiento de extraño regocijo.
Al llegar a casa Ofelia me esperaba en la cocina, me senté frente a ella agitado.
Me miro punzante sin decirme nada, me sirvió una infusión de hierbas aromáticas que me tranquilizo de inmediato, pude respirar profundo y lento nuevamente, tanto que cerré los ojos un momento, al abrirlos lágrimas rodaban por las mejillas de mi esposa, lucía pálida, asustada, podía escuchar sus estertores, había mucho silencio; la mano la estaba estrangulando.
De un salto me levante de la silla, desesperado use todas mis fuerzas para alejársela del cuello, cuando lo logré ella cayó de la silla con mucha violencia, la levante con esfuerzo poniéndola en mi hombro para llevarla a la cama.
Se veía hermosa, en calma, tendida sobre las sabanas bese por última vez sus labios purpuras mientras el fuego crepitaba en la chimenea.
La furia inundó mis pupilas, descolgué la foto post mortem de mi padre, la partí en dos para que el fuego la devorara, con el atizador le proferí golpes unísonos al piano hasta destruir las teclas, fui hasta mi estudio, con forcejeos logre poner sobre el escritorio a la mano asesina, tome la plumilla del tintero, aun escurría cuando la clave de un solo golpe certero en el centro de la mano que se retorció de dolor, un escalofrío me recorrió el cuerpo , busque en los cajones hasta encontrar la daga con la que solía abrir la correspondencia, la mano estaba aprisionada contra la madera del escritorio, los dedos se movían sin control, con el filo de la daga atrape el dedo pulgar y comencé a cortar, el dolor era insoportable, comencé a sudar , cuando por fin pude separar el dedo de la mano caí al suelo dando un grito que recorrió toda la casa. Me levante para seguir, uno a uno separe los dedos restantes casi desfalleciendo por la tortura, liberé la mano trémula de la plumilla, la sangre mezclada con tinta escurría por un lado del escritorio hasta el suelo, la visión se me nubló, tambaleaba, los espasmos me pusieron de rodillas, termine en el suelo respirando pesadamente sin poder moverme.
La luz que entraba por la ventana me golpeo la cara, dos hombres me levantaron, parecían temerosos pero llenos de ira, intentaron hablarme pero solo pude farfullar algunas palabras; me encontraba muy débil por la sangre perdida.
Termine aislado en una prisión del centro de la ciudad recuperándome de mis heridas, tratando de recobrar el sentido sin lograr despertar de este ensueño.
Espero en mi celda los últimos días de otoño que con sus lunas rojas me han revelado que estoy cerca de cumplir mi sentencia. Cuando ese día llegue le daré a mi público y al cadalso una gran sonrisa.

7 comentarios:

  1. Muy bien Raúl.
    Me gustan las historias donde la música juega un papel importante.
    Genial el detalle de la partitura; ¿se puede saber de qué pieza es?
    El enebro que me guiña el ojo está alucinante.

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  2. Es el crescendo del estudio número tres de Chopin.
    Gracias por tus comentarios.
    Si, el enebro que guiña es la onda.
    Seguro le gustas.

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  3. Hay si tu las traes, que maricotas te escuchas, lastima que seas tan maricon, por que para escribir, (me gusta tu estilo), suerte campeon y seguimos en las mismas...

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  4. Querido anónimo no te pongas celoso a ti también se te quiere. Gracias por declarte mi fan.

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  5. no soy anonimo, solo que me daba pena declarate mi amor abiertamente, att. Josue

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  6. :O MUY BUENO!!! ME GUSTO, BUEN ESTILO, BUEN FINAL... PERO SOBRE TODO UN BUEN COMIENZO PARA UNA CARRERA EXITOSA, FELICIDADES!!!

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  7. Anonimo número dos muchas gracias, pero no es tan bueno.

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